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Mostrando entradas de febrero, 2014

A una mujer escritora...

Vienen sin llamarlas lágrimas a mis recuerdos, Destino jugó conmigo sin yo saberlo, y atrapada en las palabras que de otros leo se agita mi pecho. Empatía de un profundo afecto por vos, sin conoceros. Gacela literaria por quien beber los vientos... y gritaste al mundo, a tu manera, lo que hoy siento. Sentir ayer como hoy los mismos denuedos. Y, transmitir, en vuelapluma, todo el conocimiento. Una y mil veces, ser ser humano de un mismo cuento Esta poesía se la escribí cuando aún no la conocía a mi bella y buena amiga Lourdes Cacho, con todo mi cariño.
Un rostro suavizado por los desfallecimientos de la vida, doblegado por dolores que se convirtieron en ternura, en vez de ira. Sin resquemores, sin miedos, valiente como la quilla de sirena de un barco vikingo. Donde había trazos de arañazos violentos, puso gel de rosas con cuidado; donde brotaban miradas áridas y ascuas encendidas, prendió ternura por doquier. Aprendió la más ínclita de las lecciones: convertirse en Midas para los otros.

Ensoñaciones

Deslizo la mano sobre la almohada, soñando despierta que son tus brazos y que me aferran. Acomodo lenta mi mejilla sobre la tela imaginando tu cuerpo rozando mi piel. Sueño despierta. Te tengo lejos, te extraño. A mil galaxias de vida, y mi corazón aún se acelera. Susurran los silencios de esta noche que te anhela y finjo los abrazos con la marea. Humedezco los labios que desesperan por tenerte cierto, por tenerte cerca.

Ternura

No hay ocultación,  ni educación,  ni sesgos de premura,  en los abrazos sinceros que de amigo a amigo brotan. No hay cancelas,  ni estribaciones,  ni dobleces  en la mano que acaricias. No hay misterios en mis ojos; son éstos más evidentes que el amanecer que se aproxima. Que nunca supe fingir,  ni adaptarme a sociedad enferma. Si te busco, es que te quiero. Si te llamo, es que te espero. No quiero regalos de Dánaos,  no los pretendo,  ni naves tengo con las que huir.  Soy cual me ves, más que evidente. Ya no juzgo ni condeno,  aquello que no entiendo.  No soy quién para atreverme,  ni rogar a un Dios supremo que nos juzgue y nos ordene en lo que siento. Somos uno, o así lo siento.

Descanso

Desarraigo de raíces profundas que se anclaron en ciudades a donde no pertenecí y ahora siento mías. Recuerdos de fracasos tácitos,  lentos horrores que hoy miro desde lo alto. Orgullo de superar,  lo que me hizo tanto daño. Nada importan ahora las lágrimas vertidas,  fue cruel herida la que me enseñó  a ser fuerte hoy. Paseo entre callejas y dejo al sol herir mi piel, y ya no duele; cuanto fue,  y ya no hiere ni el recuerdo. Valentía nacida de dolores, orgullo de haber curado,  lo que otrora fue castigo,  se torna hoy en bravía. Vida que otorga  sentidos dispares a iguales sucesos, y convierte en oro,  lo que fue deceso.

Credo

Creo eterno que no cumplo. Credo que me enseña que se van los días se acrecientan miedos. Nada temo más que no volver a sentir lo que hoy siento. Miedo a quedar atrapada en redes de arañas injustas que me aferran desde dentro. Credo de vivir a pleno, a pleno rendimiento que ni cumplo y a mi misma  miento. Muerte y vida cruzadas en azar incierto y las dudas, de si hago bien o yerro. Si fuera a una amiga aconsejaría con tiento: a mí misma, no me entiendo. Un árbol de raíces profundas, ancladas a mis ancestros me grita desde los tiempos: “todo se desvanece, no hay que perder el tiempo”...

Campanas del tiempo

Han vuelto a tañer las campanas, han vuelto a resonar en mis oídos, recordándome cómo huye el tiempo, como se escapa... Sordo gong que desliza las horas y hace aún más absurda mi vida, más efímera y sin sentido. Sobrecogedor tañido de muerte, que anuncia, repite y recuerda que es tarde para amarte, que nada pasó. Fugaces historias, fugaces recuerdos de besos que no nos dimos, de abrazos que no ocurrieron. Sueños lanzados a Orión y recogidos en sus estrellas circunspectas y distantes. Fantasías en la noche, de que me amas, de que me estrechas, de que rozas mi alma con la punta de tus besos. Nívive, a quien me encomiendo, señora del cielo, guárdame este secreto y sé refugio de mi inquietud. Revela las verdades veladas, entre ocultos paños, y los verbos negados a salir de mi boca. Hazme la mujer segura, la diosa eterna que pugna por su Amor.

Insignificante

Hoy me siento tan chiquita, tan indigna de ti, que quisiera pegar un soplido y, de pronto, desaparecer. Hoy me he sentido doliente, indigna de que me amaras, y punzadas de acero celoso se han hecho eco en mi entraña. Hoy no he sido mujer, sino niña herida, y he dudado que me ames, y he dudado que me anheles. Hoy se ha oscurecido el día, y con él, mi ser, y he sentido vacía mi alma y quebrada mi confianza. Amor inquieto y dañino, que no sabe si quieres o no, que juega con mi muñeca, y la zarandea desde tu seguridad. Amor tembloroso cuyas mariposas a veces galopan, otras, asustadas, se hieren con sus alas unas a otras. Hoy he necesitado tu abrazo, y, una vez más, no te lo he reclamado, he permanecido en silencio. He puesto vallas de espinas a mi alrededor, y alambradas frías en mi corazón. He segado sentimientos

Elixir de rosas

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Dame poco a poco en la boca el dulce elixir de rosas que anhela mi resquebrajado corazón. Se escapan las gotas purpúreas de entre las aortas confundiendo el camino marcado. Torrentes dolientes de amores heridas frías sin ungüento que rasgan mi firmamento. Dame poco a poco, liba en mi boca, el dulce elixir de tu aliento. Sana mi mente dolida con abrazos sinceros. Entrelaza tus dedos a mis miedos. Cultiva y macera el dulce elixir de rosas que alivie mis infiernos.

No tengas prisa

No tengas prisa, mi vida, en desentrañarme, no tengas urgencia. Quiero tus dedos sobre mi piel, al ritmo de lentas hojas, y demorarme, en cada uno de tus páramos con la certeza que no se acaba el mundo por recorrer. No tengas prisa, con tus labios, en entreabrir los pétalos y buscar la esencia. Que quiero que cada pausa signifique tanto, como cada tacto. No tengas prisa en recoger la bocanada extenuante de mi aliento, ni el roce de tus dedos sea tan leve, que no lo recuerde. Márcame a fuego con tu deseo lento, señala mis recovecos y pliegues, y misterios. Que quiero que este momento sea eterno.

Suavidad

Suaves parpadeos en tus ojos de niñez, manos púrpuras de la vid recién cortada, y en la pernera, un atillo de maderas. Las manos tiernas envolviéndose al unísono, agarrotadas de deseos, la cintura estrechándose a cada roce. Los labios abiertos en flor de primavera, rociando éter de pasión, y las mejillas grana y fuego. Dedos que expresan toda una búsqueda, latidos que parecen terminarse, sentidos táctiles de un súbito rubor. Marcas rudas en la piel llenas de ternura, y suaves pétalos fragantes, abriéndose ante ti. Los ojos encorvados al cielo del éxtasis primigenio, alzando voces guturales tus cuerdas vocales.

Vacuas horas

Vacuas las horas me miran, y esperan. Me retan, se detienen, y alzan de nuevo el vuelo, enfrentando a mi vida. Corren, aparecen, se desvanecen. Permanecen obsesivos los recuerdos, detallistas, insistentes, confusos. Y vuelve a correr el tiempo, se diluye el ayer, se prolonga el futuro. Y sigue incesante, corriendo, el maldito tiempo.

Trémulo Amor

Trémulo amor que estremece mi alma, que agarrota cada fibra de mi ser, inunda a borbotones efervescentes mi cuerpo todo transcendido. Sexo dulce, pleno de amor, clímax increíble donde la carne y el alma se abrazan. Cuando todo lo puede mi ser, todo lo abarca mi alma, cuando a todo me atrevo, y la fuerza me empuja más allá, más lejos, tan lejos como creí que no pudiera escalar. Titán de explosión todopoderoso.

Soledad

Lidio a solas con el universo y me muerde la soledad, soledad infinita que acoge a cada ser, soledad perturbadora, anhelo de amor y compañía, que todo ser busca denodadamente. Soledad impuesta, soledad del ser, que sabe que siempre navega solo.

Centrada

Centrada Como espiral que se recoge en sí. Circuito helicoidal al infinito de mí misma. Errando con rumbo a fijo a mi yo. Escuchando solo mi latido. Centrada en mí. Cobijada en mi mismo seno. Adusta frente a vuestro “yo”. Permanezco atenta a mis deseos. Rumbo al centro de mi ser. Centrada.

Acanto de ambrosía

Liba en mi boca la esencia de roble de tu aliento. Que deje el poso hendido de tu inconsciencia, desde mi papila humilde a mi henchida nuez. Y fluyan los pensamientos, y se aligere la lengua, soltada, derrotada sin fe, amarrada a la soledad de cereza que tu calor alimenta. Miento al vino que me arrebata, le creo, me da la ilusión de tus destrezas. Me da la ilusión que me acompañan. Se desvanece tu niebla, vuelvo a roto vacío de mis silencios.  

No importa cuanto caiga

Que mi amor por la vida, se empecine, se estruje, se aliente con tus cuitas. Los velos de la ilusión, marchitada con venenos, no me afecten, no me hieran, no me maten. Recaiga una y otra vez, adormecidas mis rodillas, de incomprensión, de vacío, de mi alma ensangrentada, y pueda volver a mirar al cielo y, entienda, que no importa cuanto caiga.

En barras de bar...

E n noches de bar deglutes tu vacío. En barras abarrotadas de soledades. Vasos llenos de vidas, que se buscan, se contemplan, se fascinan. Desahogos abandonados en las risas sin sentido de alcoholes olvidadizos. Barras de bar abarrotadas de vidrios de búsquedas cristalinas.

Vejentuz

Vejentuz se apoderó de mis huesos, de mi espejo irisado, devolviéndome la faz de un ser encanecido. Vejentuz se hizo dueña de mis pasos enlentenciéndolos. Crujieron los albores del pasado, volaron muertos los recuerdos, soy presa de mi olvido. Mis uñas arañan parcas esquinas que me afirman y aseguran sobre el suelo. Reviso las fotos llenas de desconocidos, las sonrisas suspendidas en los fotogramas. Vejetuz es ahora mi señora.

Esencias de presente

Tu piel rezumando aromas de frágiles sudores, trémulos, cálidos. El pecho pueril y anonadado ante tus caricias. El bramido sorprendente que te puede. Son esencias de presente. Fijadas dosis de taquicardia, controlada por el éter de efluvios. Infatigable convalecencia de después de los esfuerzos. Son esencias de presente, congeladas al calor del tiempo.

La copa de vino

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El cáliz bermellón entre tus manos, la límpida sangre que brota en círculos artúricos. El oasis de rojas aguas, que recibe los aplausos y las odas. La copa del vino que añade a nadie, un amigo. El pálpito en la sien acalorada, la mejilla sonrojada como en el sexo. El gaznate ácido y dulce del fluido. La vida vista desde el vidrio rojo, desde la nebulosa de Orión enfurecido. Sirio fiel de duras jornadas.

Nunca encontraré a alguien como tú

Nunca encontraré a alguien como tú, con tu mirada, tu dedicación, tan noble y tan directa, tan sincera que huías si te parecía, y me dejabas sola si procedía. Nunca encontraré quien me entienda quien vuelva a llenar todo de sentido. Se irá el invierno y no volverá ni el gélido recuerdo de tu partida. Se irán los tiempos en que por ti reía. Se irán los gestos y las caricias. Nunca encontraré consuelo en otro ser que se te parezca. Única y diferente en un universo plagado de miles de seres. Se irá una parte de mi alma con tu tierra. Se irá la broma y el juego. Quedará un vacío que lo llene todo.

Recuerdos perdidos

Cuadros pintados con destreza por tus hábiles manos, dejaron huella eterna en los tuyos, cuando cruel Natura nos arrebato tu yo de nuestro lado. Amargas lágrimas derramadas cada noche en la soledad de tu cuarto. Muerte muerta que se deslizó en cada recoveco de nuestra casa. Tu padre, tu madre, tu hermana sufrieron el arrancar de un pedazo de entraña. Cuadros recuperados al calor de seres aún humanos. Como si al recuperarlos, se recobrara un trozo de ti. Ingenios sesgados por palabras médicas incomprensibles para la vida. Cada trozo pintado donde perderse, cada paisaje donde deslizar la vista, guarda parte de la esencia de tu alma eterna.

Así como eres te llevaré

Así como eres, te llevaré. Así como eres, defectuoso, como yo. Te llevaré en tiempos duros junto a mi. No renegaré ni te abandonaré aún en tempestades. Equivocado o incierto, débil o herido, seremos uno. Quebrado o errante, mustio o erguido. Así como eres, te llevaré conmigo.