Un rostro suavizado por los desfallecimientos de la vida, doblegado por dolores que se convirtieron en ternura, en vez de ira. Sin resquemores, sin miedos, valiente como la quilla de sirena de un barco vikingo. Donde había trazos de arañazos violentos, puso gel de rosas con cuidado; donde brotaban miradas áridas y ascuas encendidas, prendió ternura por doquier. Aprendió la más ínclita de las lecciones: convertirse en Midas para los otros.
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Por la herida entra la luz
Por la herida que tengo entra el aire y corre la sangre. Por los golpes y bandazos, me he revelado y fortalecido. Por las imposiciones, aprendí que nada es cierto. A base de prejuicios, quebré todas las reglas. Lo que me impidió, me hizo buscar otro camino. Lo que me negaron, más arduo lo luché. Por la cicatriz soldada amo hoy más las caricias. Por aquellos páramos oscuros, ahora siempre busco la luz. Que no entendía antes de ayer que el dolor nos convenía. Que no podía ver, que de lluvia se hace un arcoiris.
Amó como nunca se ha amado
Y amó como nunca se ha amado, creciendo en cada nosotros, rebuscando en cada yo. Y besó los labios sin posesiones, sin querer eternidades ni flagelos, sin aferrarse ni perderse. Creció Amor entre dos almas, hizo mágicos recuerdos de futuro agazapados en la incertidumbre. Un hombre solo perteneciendo a sí mismo, sin necesidades ni requerimientos, entero y completo, maduro, hebra de calabaza deshilachada por la vida, pero sin daños ocultos ni gestos pensados. Una fuerte mujer entera, construida de patrones rotos y pespuntes. Sin amarres ni necesidades, sin prejuicios ni aferrarse. Universo quiso juntar estrellas con galaxias, y bregar barcas con remos forajidos. Azar quiso montar a la diosa en su trono, y al dios en su sensibilidad. El abrazo se eternizó sin pretenderlo, y la bola del tiempo se deshizo por parcas manos. Amor de poder insondable arrojado al piélago profundo. Amor que se hizo maduro y
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